En el año 2004, nuestro fundador, el Pbro. Venancio Díaz, recibió su primer cargo como administrador parroquial de la parroquia de San Martín Tequesquipan perteneciente a la entonces Diócesis de Toluca, actual Arquidiócesis.
Se enfrenta a la cruda realidad de escasos agentes evangelizadores realmente formados que reunieran los requisitos humano cristianos, para que se integraran al plan pastoral que en su momento estaba vigente; debido a esto, le costó esfuerzo extra arrancar su misión.
Algunas personas estaban dispuestas a formarse, sin embargo descubre que no existía o desconocía el instituto o comunidad religiosa que pudiera ayudar a educar a sus agentes laicos con la espiritualidad que Dios estaba inspirando en el corazón del padre Venancio.
Las comunidades a las que acudió para buscar apoyo, al final terminaban quedándose con sus feligreses, después de un proceso de convencimiento o proselitismo religioso para que pasaran a formar parte de sus filas, olvidando la razón principal que consistía en formarlos para servir en su propia comunidad parroquial.
En un principio, era emocionante ver a estos hermanos descubrir su vocación y que optaban por integrarse a dichas comunidades, pero al poco tiempo, el padre retoma el objetivo principal que buscaba “formar evangelizadores”.
Su siguiente inspiración, fue acudir a hermanos catequistas, ministros extraordinarios de la comunión, músicos católicos de otros lugares y nuevamente descubre otra realidad. Los hermanos que estaban dispuestos a apoyar, no estaban integrados a ninguna comunidad, lo que demostraba desobediencia, mala formación, intereses personales o incluso eran hermanos “no gratos” de otras parroquias y el padre tiene muy en cuenta que para servir en una comunidad necesitamos ser “enviados”.
El otro grupo “selecto” de hermanos, que se pensaba sería más fácil recibir su ayuda porque formaban parte de una comunidad, tenían dirección espiritual de sus párrocos, participaban activamente en el servicio, resultó peor. Sólo se puede describir su actitud como tajante y egoísta y no entraremos más en el tema.
Esta es una realidad que se vive en algunos grupos de la Iglesia.
Actualmente la Renovación Carismática a través de su escuela nacional ofrece todo tipo de talleres y cursos para formar las comunidades, pero aún se estaba estructurando dicha escuela durante los inicios de la comunidad Ruah.
De la misma manera, hoy se cuenta con todo tipo de información y material de evangelización y formación catequética a través de las diferentes redes sociales o plataformas digitales, pero lo mismo nos sucedía, estas opciones son de relativa nueva creación.
A pesar de esta triste realidad, hubo sus excepciones y encontramos hermanos comprometidos con la obra del Señor quienes a través de sus experiencias, nos compartieron de su fe y amor a Dios y por medio de ellos, indudablemente vimos que el plan de Jesús, tenía que retomar su camino.
Fue ya en la parroquia de Nuestra Señora de la Merced, cuando la hermana Leonila y su esposo Juan (Qepd), feligreses de la comunidad, indudablemente inspirados por el Espíritu Santo, deciden donar un carro usado para que el padre pudiera recaudar fondos en beneficio del templo parroquial.
Posteriormente, este mismo matrimonio, dona un pequeño terreno para motivar al padre a construir una casa de retiros.
La intención de construir una casa de retiros, surgió ante la necesidad de contar con un espacio propio para realizar dichos ejercicios espirituales, pues en un inicio se vivían en las instalaciones de la casa, oficina y salones parroquiales.
Las experiencias que vivíamos en este lugar eran muy bellas pero poco a poco caíamos a la cuenta que no era el lugar adecuado para organizar dichos eventos.
Así se concreta y nace la necesidad de construir la casa de Retiros de la Comunidad Católica Ruah que tiene como sede Villa Victoria, México y se llama “Bethesdá”.
La historia sigue y es muy larga de contar, sin embargo, actualmente ya puedes visitar la primer sección de la casa de oración Bethesdá.
La personalidad del padre Venancio, siempre ha sido de carácter fuerte, pero enamorado de su vocación y ministerio sacerdotal. En sus primeros años de sacerdote, se mostró renuente al movimiento de la RCCES, sin embargo, el Señor ya tenía un plan para su ministerio, lo que causó como efecto que durante su servicio de vicario en la parroquia de San Francisco de Asís, Tenancingo, quedara prendado de la manera tan ferviente como se vive la fe en el movimiento de la RCCES.
Después de vivir un retiro de iniciación, comenzó a notar grandes cambios en su manera de ver y actuar en su ministerio, además de las maravillas que el Señor Jesús empezaba a mostrarle a través de la oración y el servicio. Todo esto en conjunto terminó por convencerlo y comprometerlo, reconociendo que era “urgente” mostrar y compartir las maravillas que este nuevo Pentecostés estaba provocando en su vida.
Una vez encendido su corazón con el fuego del Espíritu Santo y re enamorado de Jesús y su ministerio, se da a la tarea de comenzar con los trabajos espirituales y materiales que hasta hoy dan fe de la incansable tarea que emprendió y sobre todo, da muestra de los dones y carismas que Dios desde ese momento le está concediendo cual manantial de Agua Viva.